Ya está llegando a su fin el juicio federal contra el exboxeador Félix Verdejo. Un proceso que le ha presentado al país un horrendo drama humano durante las pasadas tres semanas. Hemos visto, casi en primera fila gracias al trabajo periodístico de muchos compañeros y compañeras, la forma monstruosa en la que acabaron con la vida de Keishla Rodríguez hace tres años.
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La fiscalía federal culminó la presentación de su evidencia el lunes y la defensa ahora hace sus intentos por reparar su caso. El proceso de deliberación del jurado compuesto por nueve hombres y tres mujeres cada vez está más cerca. No hay duda de que la posibilidad de un veredicto de culpabilidad contra Verdejo es sumamente alta, en todos los cargos. Pero, aun así, muchas preguntas siguen sin contestarse sobre si había más involucrados en este horrendo crimen que quizás nunca serán enjuiciados por este caso.
Este caso nos llama además como sociedad a implementar de una vez y por toda una educación profunda, desde la niñez, al respeto, solidaridad, manejo de emociones, resolución de conflictos y, violencia y perspectiva de género. Seguimos dándole largas a ese debate y nos pasan por el lado generaciones que se crían en entornos comunitarios disfuncionales mientras escuchan una música que no les rechaza esa realidad como una negativa. Al contrario, la enaltece y la promueve como objetivo de vida.
El caso de Verdejo es el más salvaje que hemos conocido en nuestra isla, de lo que es capaz hacer un ser humano para resolver un problema. En nuestra psiquis colectiva eso no puede quedarse esperando que ocurra un suceso peor. Tenemos que trabajar para revertir esas actitudes de vida.
Hay dos frentes para atender el problema: el hogar y la escuela. Desde nuestros hogares procurar inculcar unos valores a nuestros niños para que se inserten en la sociedad siendo ciudadanos de bien y logren combatir cualquier presión para lo contrario. En las escuelas, como dije antes, comenzar desde temprana edad una educación dirigida a fortalecer, al menos el valor de la solidaridad como principio fundamental en un ser humano. Desde la solidaridad, nacen otros tantos valores que permitirán una sociedad mejor.
Tenemos una nueva Secretaria de Educación en la figura de Yanira Raíces. Sabemos que enfrenta grandes retos, comenzando por la presión de mantener una paz sindical y laboral en la agencia como la logró tener el secretario Eliezer Ramos. Los sindicatos, sabiendo esto, le pondrán más presión aun y de seguro aprovecharán la coyuntura para pedir un poco más. Pero ella lo sabe y aceptó la oferta de trabajo.
La nueva secretaria Raíces podría hacer la diferencia, más allá de mantener una paz laboral en la agencia, comenzar a implementar currículos de avanzada en las escuelas para ir logrando -de cara al futuro- una sociedad de paz y una generación que logre resolver sus conflictos sin violencia. Eso, entre otros programas educativos que pueden insertarse para mejorar la enseñanza en numerosos aspectos y así lograr que, teniendo una relativa paz social, tengamos un desarrollo económico sostenible a largo plazo.
La nueva secretaria, que tiene estudios doctorales en instrucción y currículo, pero un bachillerato en ciencias naturales debe comprender que la educación es más que ciencias y matemáticas. Tiene que comprender que la educación es humanística y que tiene como objetivo construir un país, no solo intelectualmente de altura, sino también de calidad social.
En las manos de ella y en la de todos nosotros está evitar volver a ver un caso tan horrible como el de Verdejo. Que el veredicto que escucharemos en los próximos días sea el último de un suceso como el que hemos escuchado. Ojalá.