La propuesta del presidente estadounidense, Donald Trump, para permitir hipotecas a 50 años, reabrió el debate sobre cómo enfrentar la crisis de vivienda asequible. Aunque la administración la presentó como un alivio para compradores primerizos —al reducir la mensualidad mediante un plazo más extenso—, voces en Puerto Rico advierten que el impacto podría ser más complejo: aliviar hoy, pero comprometer financieramente durante décadas.
Para el economista José Caraballo Cueto, el problema no es la mensualidad, sino el costo total. Rechazó el modelo a tan largo plazo porque, explicó, el comprador podría pasar décadas sin amortizar casi nada del principal. “Puede llevar 20 años pagando, y cuando buscas cuánto debes, pues no ha bajado nada lo que debes porque casi todo lo que has pagado ha sido interés”, apuntó.
Ese efecto, insistó, podría dejar a compradores atrapados en deuda durante la mayor parte de sus vidas adultas. “Si uno compra una casa a los 35 años, si la coge a 50 años, pues la vendrían saldando a los 85 años. Llegarían a la vejez todavía sin una casa salda. Me parece a mí una locura, es contraproducente”, expresó.
Por eso, lejos de apoyar plazos más largos, Caraballo Cueto recomendó lo contrario. “Yo realmente recomendaría pagar una hipoteca a 15 o a 20 años en vez de a 50, para que entonces se pague menos interés y pueda amortizar más rápido la deuda”.
Sin embargo, desde la banca, la lectura inicial fue distinta. Para Zoimé Álvarez Rubio, presidenta de la Asociación de Bancos de Puerto Rico (ABPR), el principal problema no es el financiamiento disponible, sino la falta de vivienda para satisfacer la demanda.
“El problema principal en Puerto Rico es la falta de vivienda. Allá afuera, es que no se consigue la propiedad para satisfacer los diferentes sectores, tanto clase media como los jóvenes”, comentó.
El contraste entre ambas visiones —la carga financiera versus el inventario limitado— muestra que el debate va más allá de la mensualidad que pagaría un comprador. Álvarez Rubio subrayó que, en Puerto Rico, existen mecanismos amplios de financiamiento, desde la banca comercial hasta cooperativas y programas federales. Incluso, advirtió que, aunque una hipoteca formalmente dure 30 años, hay consumidores que terminan pagando mucho más debido a refinanciamientos repetidos.
“Hay personas que pagan 60 años de hipoteca [...] porque hay personas que compran su hipoteca… y cuando la terminan de pagar, la vuelven a financiar”, explicó.
Aun así, la presidenta de la ABPR no ignora las limitaciones del modelo. Recalcó que un préstamo a 50 años solo sería viable si entidades como Fannie Mae, Freddie Mac o el Departamento de Agricultura de Estados Unidos aceptan garantizarlo.
“Si ellos no están en el juego, no la veo real. Puede estar en papel, pero no la veo que se concretice”, afirmó. “Yo pienso que se puede concretar [...] pero los Government Sponsored Entities tienen que entrar al juego”, agregó.
Desde el sector de la construcción, Agustín Rojo Montilla, presidente de la Asociación de Constructores de Puerto Rico, coincidió en que una hipoteca a tan largo plazo podría funcionar como herramienta complementaria, pero no lo ve como la solución principal para la falta de vivienda asequible.
“Creo que hay que mirar esto como lo que es: una herramienta dentro de las muchas que deben de haber disponible para atender el problema de asequibilidad. Yo no creo que haya solo una solución”, señaló.
Aunque reconoció que un plazo más extenso podría bajar la mensualidad y ayudar a ciertos compradores, Rojo Montilla insistió en que no es un producto adecuado para todos. “Yo no le recomendaría 50 años de amortización a todo el mundo”, afirmó.
Además, advirtió que, sin un aumento en la oferta, cualquier alivio financiero podría terminar elevando más los precios y afectando a quienes ya enfrentan grandes obstáculos para comprar propiedad. Los constructores han señalado los altos costos de permisos, la carga contributiva —que ronda cerca del 30 % del precio final— y los retrasos en procesos gubernamentales como frenos críticos para aumentar el inventario de viviendas.
“Es un buen paso, pero este paso por sí mismo, sin aumentar el inventario, no debería verse como la única solución. […] Aquí, en Puerto Rico, hay una demanda ya establecida… y hay que atenderlo con más ofertas”, sostuvo.
El debate ocurre en un momento en que la asequibilidad sigue siendo uno de los mayores retos del mercado local. Si bien el precio promedio de viviendas nuevas bajó un 19 % en 2025, el salario de un comprador típico sigue quedando corto: quien gana $32,091 al año tendría que destinar más de la mitad de su ingreso mensual para adquirir una vivienda nueva, según datos de Estudios Técnicos.
La propuesta federal sigue sin detallarse.

