Más adultos jóvenes acuden a tratamientos antienvejecimiento como método de prevención, no por asuntos estéticos, sino por enfoques comprensivos para evitar la cirugía plástica.
Según datos de la consultora Grand View Research, la industria global de medicina anti-aging generó más de $71,000 millones en 2023 y se proyecta que crecerá anualmente cerca de un 7 % hasta 2030, impulsada por la demanda de pacientes menores de 40 años.
PUBLICIDAD
Para el doctor Luis Martínez Rivera, presidente de la Caribbean Anti-Aging Medicine Association (Caamas, por sus siglas en inglés), el concepto de anti-aging ha evolucionado en los últimos años del aspecto hormonal y estético a intervenciones para atender el proceso celular del envejecimiento.
“Muchos pacientes jóvenes se sienten bien, pero quieren revisar precisamente su edad biológica, quieren revisar cómo está el tema de los micronutrientes en su sistema, cómo está el tema hormonal y también, por supuesto, buscan algunas estrategias estéticas, quizás menos invasivas o más fisiológicas: plasma rico en plaquetas, terapias regenerativas, etcétera”, abundó el médico especialista y propietario de XanoGene Clinic.
Algunos de los procedimientos que ofrece en su práctica son antiinflamatorios, como la terapia infrarroja, que estimula la producción de energía y la liberación de células madres, además de que mejora la oxigenación y la circulación. Otros se asemejan al diálisis: oxigenación y ozonización extracorpórea, para oxigenar la sangre, y la plasmaféresis, que remueve un componente del plasma, como proteínas inflamatorias.
También habló sobre los tratamientos con los péptidos, aminoácidos que genera el cuerpo, que estimulan la producción de colágeno y hormonas de crecimiento, mientras que minimizan las arrugas.
“La idea es tratar de evitar llegar a la cirugía [plástica]”, dijo Martínez Rivera, quien explicó que la mayor diferencia es que lo quirúrgico corrige puntualmente lo anatómico y no abarca el sistema completo.
PUBLICIDAD
Mencionó también que ha notado un incremento en pacientes jóvenes con enfermedades crónico degenerativas que se veían a una edad mayor, lo que atribuyó a dieta, estilos de vida y toxinas en el ambiente.
Por su parte, el cirujano plástico y reconstructivo Ángel Rivera Barrios, director de la División de Cirugía Plástica y director asociado de Asuntos Clínicos en la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), quien realiza procedimientos más invasivos, percibió mayor inclinación de pacientes a neuromoduladores, que paralizan el músculo para evitar líneas de expresión, e inyectables o rellenos de ácido hialurónico, entre otros derivados, que hidratan la piel.
Indicó que estos se pueden usar como prevención, pero debe ser evaluado caso a caso.
“Nunca es tarde para empezar a protegerse y cuidarse”, subrayó, al destacar el uso del bloqueador solar y la humectación de la piel como fundamentos para una piel saludable.
“Hay otros (rellenos) que son más permanentes, que todo va a variar de cuánto es la duración, y esos se utilizan para ocupar o llenar el espacio donde hay una línea marcada, donde hay una cicatriz, o donde queremos aumentar el volumen o acentuar ciertas facciones de la cara que nosotros queremos definir mejor”, amplió Rivera Barrios.
Mencionó además una preferencia por rinoplastía líquida en pacientes que no desean una intervención quirúrgica, pero se inyectan rellenos para atender “defectos” en su nariz, mientras que, en pacientes varones, vio auge en acentuación de quijadas u otras facciones masculinas.
El experto criticó que personas no preparadas en clínicas de esteticistas, por ejemplo, utilicen inyectables y causen complicaciones que un médico certificado deba revertir o arreglar. En su práctica, ha atendido pacientes a los que les inyectaron toxinas en un lugar equivocado, como un vaso sanguíneo o una arteria, o hasta por cejas disparejas.
“Cosas tan sencillas como esas se ven con cierta frecuencia”, apuntó. Otras complicaciones que ve comúnmente son la mala administración de un láser y uso de productos no aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés) o sin la dilución correcta, por lo que el efecto tiene poca duración.
Si bien Martínez Rivera aseguró que los tratamientos antienvejecimiento se hacen “dentro del marco de la práctica de la medicina”, advirtió que, como cualquier procedimiento, puede surgir un efecto secundario leve o hasta una reacción aguda.
“Afortunadamente, estos tratamientos son bien seguros y suelen tener un índice muy bajo de este tipo de efectos”, concluyó.
Tratamientos aportan a la salud mental
La psicóloga clínica Suilariam Cepeda Fax propuso que las variaciones en procedimientos anti-aging ayudan a que la persona sienta que toma las riendas de su vida y asume el control de su estilo de vida.
“Hay personas que lo hacen por verse bien, pero hay personas que les ayuda mucho en tratamiento de salud mental porque se sienten mejor en autocuidado”, sostuvo.
Recordó que la autoestima es un mediador para la satisfacción de la vida, mientras que la autopercepción es la imagen que se tiene de uno mismo, e inciden uno en el otro.
“Modificar nuestra apariencia, ya sea con ejercicio o aspectos estéticos va a repercutir en la salud psicológica [...] Si lo aplicamos a la estética, un tratamiento puede mejorar la autopercepción física y se eleva tu autoestima y también se eleva tu satisfacción por la vida. Estamos siendo bombardeados por presiones estéticas. Estos tratamientos anti-aging actúan como estrategia para compensar frente a la presión”, compartió Cepeda Fax.
Las razones para acudir a los tratamientos, según la profesional de la salud mental, también varían: si bien ha recibido pacientes con temor a envejecer y perder una parte “jovial” o verse diferente, también percibió que puede haber influencia entre personas cercanas a introducirse a los tratamientos.
Asimismo, reconoció que se alinea a la identidad propia porque permite ayudar a mejorar relaciones sociales y sentirse más adecuado en contextos o, similar a Martínez Rivera y Rivera Barrios, hay pacientes le que han mencionado el uso de los tratamientos como prevención y cuidado a largo plazo.
Sobre el temor a envejecer, Rivera Barrios dijo que, en casos extremos, puede alcanzar un asunto de trastorno dismórfico corporal, en el que el paciente se siente incómodo con cierta parte del cuerpo.
Cepeda Fax añadió que es una “línea fina” entre salud mental y adicción porque un paciente podría estar cambiando entre especialistas o esteticistas y desarrollar un uso problemático.
“Es issue [asunto] de poder y control”, resumió la psicóloga clínica.