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Destitución del presidente de la Cámara de Representantes desata el caos y agita a Washington

Los republicanos tratarán de unirse en torno a un nuevo líder después de que McCarthy descartó postularse de nuevo al cargo

El representante republicano Kevin McCarthy habla con la prensa horas después de haber sido destituido como presidente de la Cámara de Representantes, el martes 3 de octubre de 2023, en Washington. (AP Foto/J. Scott Applewhite) AP (J. Scott Applewhite/AP)

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Los legisladores que habían guardado un silencio sepulcral quedaron atónitos ante la declaración: El puesto de presidente de la Cámara de Representantes “queda, por lo tanto, vacante”.

Por primera vez en la historia, un presidente de la cámara baja fue destituido mediante una votación, hundiendo al Congreso en un nuevo nivel de caos.

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¿Y ahora qué? Se preguntaban algunos en el interior de la sala.

Kevin McCarthy, el representante republicano de California que ha sobrevivido a décadas de conmoción en el Congreso, había proyectado cierta sensación de tranquilidad cuando salió de su oficina apenas unas horas antes, aún como presidente. Pero cuando salió de la cámara, ya sin la autoridad de un mazo, caminó en silencio.

Dejaba atrás un recinto agitado. Los legisladores vaciaron la sala después de la votación, algunos de ellos sin palabras por lo que acababan de presenciar. Un órgano esencial de la democracia estadounidense ya no tiene líder electo, el desafío más reciente para una institución que aún se recupera del asedio al Capitolio del 6 de enero de 2001, un Partido Republicano en una guerra interna y el liderazgo global de Estados Unidos en duda.

Nadie puede decir a ciencia cierta cuál es el siguiente paso para la Cámara de Representantes.

Los ánimos están al rojo vivo en Washington y la relación entre partidos políticos — en peligro pero aún fundamentales en tiempos de crisis — prácticamente han colapsado.

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La cámara baja enfrenta preguntas urgentes acerca de cómo evitar un cierre de gobierno, si seguirá financiando la defensa de Ucrania ante la invasión rusa y si procederá con una investigación para un juicio político — sin precedentes en muchos sentidos —- en contra del presidente Joe Biden. En tanto, las armas procesales que el Congreso alguna vez reservó para las ofensas más graves — censura, expulsión, juicio político y ahora la moción para destituir al presidente de la Cámara de Representantes — se han vuelto habituales.

Muchos republicanos quedaron en un estado de total exasperación luego de haber suplicado a sus colegas que no continuaran con el proceso.

“Si dejamos vacante la presidencia, el gobierno cerrará. Nuestra calificación crediticia caerá, los intereses subirán”, dijo Brian Fitzpatrick, representante republicano de Pensilvania conocido por colaborar con los demócratas, horas antes de la votación. “Ucrania será victimizada y perderá esa guerra con Rusia. Eso es lo que está en juego. Sin mencionar la erosión institucional que ocurrirá”.

McCarthy, quien se las había ingeniado para mantener al partido unido durante nueve meses al presentar una postura desafiante hacia el resto de Washington, insistió en luchar hasta el final para conservar su cargo. Durante una reunión matutina, dijo a los republicanos que quería seguir adelante con la votación de la moción de destitución e insistió en que no daría a los demócratas concesión alguna para salvar su puesto.

Estoy listo, fue el mensaje de McCarthy.

Parecía tener una oportunidad de sobrevivir: La mayoría de los republicanos apoyaron a McCarthy durante su reunión en el sótano del Capitolio, brindándole varias rondas de aplausos.

Pero los demócratas, en su propia reunión en los niveles inferiores del recinto, enumeraron lo que consideran los aspectos negativos en el historial de McCarthy: Cómo había mantenido su apoyo al expresidente Donald Trump, incluso después de que una turba de sus simpatizantes irrumpiese en el Capitolio, y cómo había servido al flanco más conservador de su partido durante sus nueve meses en el cargo.

Al final, se unieron en torno al líder demócrata Hakeem Jeffries y decidieron lavarse las manos de lo que consideran un problema republicano.

“Kevin McCarthy se ganó todo esto”, dijo el representante demócrata Jamie Raskin, señalando cómo el republicano había acordado permitir a cualquier miembro presentar la moción de destitución como parte de su pacto con legisladores del flanco derechista a cambio de obtener la presidencia en enero.

“Parece que uno de los principales partidos políticos es ahora adicto a la insurrección, a la rebelión, al derrocamiento y a la falta de gobernanza”, añadió.

Mientras la Cámara de Representantes se reunía para votar por la tarde, el representante Matt Gaetz — el grandilocuente republicano que puso en marcha el proceso — se sentó en primera fila, listo para presentar sus argumentos. McCarthy se puso en pie pocos metros detrás de él, asintiendo con la cabeza y sonriendo a sus colegas republicanos, pero negándose a reconocer la presencia de Gaetz.

Después de que luego de una primera votación procesal quedase claro que los demócratas no iban a salvarlo, McCarthy se acomodó en su escaño para el debate de una hora sobre su futuro. Echó un vistazo a su teléfono, pasó las manos por los descansabrazos de madera de su asiento. Se negó a hablar en su defensa y en su lugar envió a sus aliados más cercanos a defender sus logros.

“El presidente McCarthy es el caos”, dijo Gaetz, insinuando que una serie de reformas podrían hacer que Washington funcionara mejor. Pero los insultos y ataques personales — que los republicanos se guardaron durante meses y años — no tardaron en estallar en el pleno.

Una cámara por lo general ruidosa, y llena de cientos de legisladores, adoptó un tono sombrío y guardó silencio mientras se daba inicio a la votación. Uno por uno, durante casi 45 minutos, los legisladores se pusieron de pie y dieron a conocer su voto. Los republicanos agacharon la cabeza cuando ocho de sus colegas y cada uno de los demócratas votaron a favor de la destitución de McCarthy. Ya no era presidente.

McCarthy sonrió cuando los secretarios de la cámara contaban los votos. Poco después, había dejado de ser el presidente y uno de sus aliados más cercanos en la cámara, Patrick McHenry, de Carolina del Norte, se convertía en el presidente provisional.

“Sorprendente, tan sólo por lo decisivo que es esto”, dijo Michael McCaul, un republicano de Texas que preside la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes. “No tenemos un presidente, no tenemos un líder y ese es el mensaje que estamos dando a nuestros adversarios”.

Republicanos y demócratas se dispersaron pensando en sus próximos movimientos. Los republicanos tratarán de unirse en torno a un nuevo líder después de que McCarthy descartó postularse de nuevo al cargo. Se enfrentan a un vacío de poder y a profundas divisiones ya que muchos de ellos están furiosos con Gaetz y con quienes le siguieron los pasos.

McCarthy, por su parte, aprovechó la oportunidad para saldar cuentas políticas. En una conferencia de prensa organizada a toda prisa al caer la noche, comenzó parafraseando a Abraham Lincoln y a Teddy Roosevelt, pero no tardó en sumergirse en historias poco halagadoras sobre sus rivales políticos — tanto republicanos como demócratas — e insinuó que volvería a utilizar su influencia política y de recaudación de fondos para ir tras ellos.

Concluyó su charla con los reporteros con una punzante despedida: “Estoy seguro que no los extrañaré”.

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