Hace casi seis años, el líder del fallido intento de secesión de Cataluña cruzó en secreto la frontera española para escapar del arresto e iniciar una vida como exiliado político autoproclamado.
Ahora, Carles Puigdemont tiene el futuro del gobierno de España en sus manos.
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La elección nacional del domingo ha dejado a España en un limbo político. Ningún líder se acercó a la mayoría absoluta ni se quedó con un camino garantizado para formar un gobierno en el Parlamento de 350 escaños con 11 partidos repartidos en todo el espectro.
El presidente de gobierno en funciones, Pedro Sánchez, está más cerca de resolver el rompecabezas después de que su Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se resistiera a lo que las encuestas habían predicho incorrectamente que sería una victoria aplastante de la derecha. Pero su partido y sus aliados de izquierda aún están a algunos escaños de una mayoría absoluta.
Aquí es donde entra en juego Puigdemont. El partido Junts (Juntos) de Puigdemont tendrá siete escaños, cuyo apoyo —incluso en forma de abstención en lugar de un voto por el “Sí”— podría ser suficiente para darle a Sánchez otro mandato de cuatro años.
Puigdemont, de 60 años, amenazaba con dividir la cuarta economía más grande de la eurozona cuando realizó un breve intento para obtener la independencia de Cataluña en octubre de 2017, que no fue reconocida internacionalmente y provocó una rápida batida por parte de las autoridades españolas.
Desde que se instaló en Waterloo, Bélgica, ha podido forjar un seguimiento casi de culto entre sus cientos de miles de seguidores que lo consideran tanto un héroe como una víctima de lo que dicen es el intento de España de aplastar su movimiento político. Eso le ha ayudado a vencer las adversidades y mantener viva su carrera política, convirtiéndose en miembro del Parlamento Europeo en 2019 a pesar de estar a más de 1.500 kilómetros del país que representa.
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Su reputación como una astuta piedra en el zapato de España ha crecido a medida que ha salido de un apuro tras otro después de los arrestos por extradición en Alemania y Cerdeña. Convenció a los tribunales belgas de que se negaran a enviarlo de regreso a España.
Pero el precio de un compromiso con Puigdemont puede ser demasiado alto para Sánchez.
Los objetivos de Junts son obligar a España a autorizar un referéndum de secesión vinculante y conceder una amnistía total a Puigdemont y quienes, según dicen, son miles de personas que enfrentan cargos menores. Esas fueron las demandas que planteó su partido antes de la noche de las elecciones, cuando previeron un escenario en el que Junts podría ser la pieza clave para que Sánchez mantenga la presidencia.
“No hemos venido a rebajar nada, sino a conseguirlo todo”, dijo el martes en Barcelona Laura Borràs, presidenta de Junts. “El momento es clave porque el independentismo y Junts es quien puede dar la gobernabilidad al Estado”.
Josep Rius, vocero de Junts, dijo a The Associated Press por teléfono que Sánchez comprende sus demandas.
“No nos sorprende que (Sánchez) no tenga nada que ofrecer hasta ahora puesto que tenemos años esperando escuchar cuál es su solución al problema político de Cataluña”, expuso Rius.
Sánchez ha rechazado sistemáticamente permitir un referéndum que podría llevar a España a perder una de sus regiones más ricas y al abandono de millones de personas que no quieren vivir en otro Estado. Y eso no cambiará ahora.
Pero la era de Sánchez en el poder ha sido definida en gran parte por su voluntad de gastar capital político para reducir las tensiones en Cataluña.
Sánchez indultó a nueve colegas de Puigdemont que no huyeron en 2017 y habían sido condenados a largas penas de prisión, y flexibilizó las leyes sobre sedición y malversación de fondos públicos que redujeron las posibles penas para Puigdemont y otros.
Así que no es impensable que pueda ayudar a Puigdemont.
“Esta situación es un problema para el PSOE, pero también una oportunidad para terminar con el bloqueo”, dijo Lluís Orriols, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III, de Madrid.
“Junts es un partido sin apenas cimientos que depende mucho de un líder carismático como es Carles Puigdemont. La figura del líder es capital en Junts, y el problema de Puigdemont con su probable ingreso en prisión en España puede jugar un papel clave en esta negociación”.
La defensa legal de Puigdemont sufrió una derrota este mes el tribunal superior de Europa dictaminó que el Parlamento Europeo no violó los derechos de Puigdemont cuando lo despojó de su inmunidad como uno de sus miembros, como solicitó España. Puigdemont ha apelado esa decisión, pero si pierde el caso, España estaría más cerca de llevarlo a casa para enfrentar un juicio y enviarlo a prisión de seis a 12 años por malversación de fondos públicos en el intento de secesión.
El lunes, la fiscalía de España pidió al juez español que lleva la investigación de Puigdemont que emita una nueva orden de arresto internacional.
“Un día eres decisivo para formar un gobierno español, al día siguiente España ordena tu arresto”, escribió Puigdemont en Twitter al enterarse de que todavía era un hombre buscado.
Si Sánchez y Puigdemont no pueden alcanzar un compromiso, es probable que España se dirija a una repetición de las elecciones en los próximos meses.
Cataluña, una región orgullosa de su propia lengua y costumbres, no ha sido únicamente un dolor de cabeza para Sánchez: fue parte de su salvación el domingo.
El partido de Sánchez obtuvo la mayor cantidad de votos en Cataluña, enviando 19 legisladores a Madrid. Junts y otros partidos separatistas perdieron terreno.
Si bien a Sánchez le fue extremadamente bien con quienes no quieren independizarse, también convenció a algunos votantes de mentalidad separatista de que él era la mejor garantía para detener a Vox, el partido español de extrema derecha al que muchos temen por su inclinación ultranacionalista.
“Al menos ellos (el posible gobierno de Sánchez) deberían darnos algo a cambio”, dijo Sergi Pons, un arquitecto de 46 años que normalmente vota por los partidos separatistas pero que esta vez lo hizo por el Partido Socialista. Espera que Sánchez se mantenga en el cargo.
“Si no, volveremos a las elecciones y eso puede llevar a que la derecha salga fortalecida”.
Puigdemont y Junts ya han perdido el control del gobierno de Cataluña, y el PSOE le arrebató el control de la alcaldía de Barcelona al candidato de Junts que parecía seguro que tomaría el poder. Durante su campaña, Sánchez se sintió lo suficientemente seguro como para decir: “Afortunadamente, el señor Puigdemont, en el pasado, era un problema para España. Hoy es una anécdota”.
Ahora su partido socialista enfrentará unas negociaciones muy complicadas con el equipo de Puigdemont.
Puigdemont es considerado el enemigo público número 1 por muchos españoles, por lo que tratar con él es políticamente tóxico. Y además de ser fiscalmente conservador y tener pocos puntos en común con los partidos de izquierda, Junts es prisionero de su propia retórica como verdadero separatista de línea dura que no aceptará acuerdos diluidos.
Para Oriol Bartomeus, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Barcelona, Sánchez podría concluir que son preferibles nuevas elecciones a ser rehén político de un prófugo.
“No está claro que Junts tenga algo que ganar si rechaza investir a Sánchez y se repiten las elecciones”, dijo Bartomeus. “En ese caso, Junts puede perder toda su influencia en España y podemos tener claro que Puigdemont cumplirá la condena íntegra en la cárcel”.