Con la guerra en Ucrania cumpliendo su décimo mes, ambas partes están enzarzadas en una batalla de desgaste que podría sentar las bases para una nueva escalada en pleno invierno.
Muchos observadores creen que el actual punto muerto beneficia a Ucrania, porque le permite recibir más armas de última generación de Occidente y prepararse para lanzar nuevas contraofensivas.
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En Rusia, crece la desesperación entre los partidarios de la línea dura ante lo que consideran vacilaciones y falta de una estrategia clara del presidente Vladimir Putin.
Los analistas militares señalan que la probabilidad de que los enfrentamientos se intensifiquen nuevamente a medida que el suelo se congela. Muchos apuntan a las zonas ocupadas por Rusia en el sur ucraniano como el lugar más probable para el próximo contraataque de Kiev.
“El terreno debe congelarse adecuadamente antes de que se puedan mover vehículos con más libertad”, explica a The Associated Press Justin Crump, un excomandante de tanques británico y que ahora dirige la consultoría de seguridad Sibylline.
Subrayó que, si bien es más difícil mantener operaciones militares con un tiempo más frío, eso reabrirá las oportunidades para maniobrar más y, “a medida que avance el invierno, ambas partes tendrán una creciente capacidad ofensiva”.
Crump argumentó que el ejército ucraniano podría tratar de liberar partes de la región sureña de Zaporiyia y avanzar hacia el estratégico puerto de Mariúpol en el mar de Azov. Eso permitiría a Ucrania cortar el corredor terrestre entre Rusia y la península de Crimea, la cual se anexionó en 2014. Mariúpol cayó ante los rusos en mayo después de un asedio de casi tres meses que dejó gran parte de la ciudad en ruinas.
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El analista militar independiente ucraniano Oleh Zhdanov también cree que la región de Zaporiyia parece un objetivo probable para la próxima contraofensiva ucraniana.
“La artillería y los sistemas de cohetes ucranianos han concentrado sus ataques allí”, recalca, antes de agregar que el ejército ya ha atacado las líneas rusas de suministro en el área, como lo hizo durante una contraofensiva en la región vecina de Jersón que condujo a un retroceso ruso de la capital homónima.
Rusia, que ha sufrido humillantes reveses militares en los últimos meses, ha convocado a 300.000 reservistas para compensar sus fuertes pérdidas en el campo de batalla. Putin dijo la semana pasada que la mitad de ellos todavía estaban recibiendo entrenamiento en campos de tiro lejos del frente.
“Rusia está tratando de desarrollar una mejor fuerza de ataque en lugar de simplemente arrojar gente a la línea del frente”, cree Crump. “Piensa que puede mantener el curso y regresar con mayores números el año próximo y hacer algo mucho más impresionante entonces”.
Mientras trabaja para reforzar su fuerza de ataque, el ejército ruso también se ha esforzado obstinadamente por atravesar las varias capas de la defensa ucraniana en la región oriental de Donetsk, en una guerra de trincheras que recuerda a la Primera Guerra Mundial, haciendo avances lentos en las últimas semanas.
Crump enfatiza que la aparente estrategia rusa detrás de los ataques implacables contra el bastión ucraniano de Bakhmut, en la región de Donetsk, es tratar de obligar a Kiev a mantener un número considerable de soldados allí e infligirles pérdidas grandes.
“Se trata de ganar tiempo, sostener el curso de acción, desgastar a los ucranianos”, afirma. “Quieren reducir la capacidad de las fuerzas armadas ucranianas al... matar a soldados ucranianos y destruir el equipo ucraniano más rápido de lo que Ucrania puede reponerlos”.
Ucrania, a su vez, ha tratado de mantener desbalanceado a su oponente con ataques sorpresa, algunos de ellos en lo profundo de Rusia.
En un acontecimiento clave la semana pasada, Moscú reconoció que Ucrania atacó con drones modificados de fabricación soviética sus bases aéreas estratégicas ubicadas a más de 500 kilómetros (300 millas) al este de la frontera. Ucrania no ha reivindicado abiertamente los ataques, pero el alto funcionario de seguridad del país dijo que Kiev considera todo el territorio ruso como blanco justificado para tales ataques.
“Tengan o no un impacto significativo en la capacidad militar rusa, ciertamente están destrozando la moral rusa y causando una fuerte confusión”, afirma Crump sobre los ataques ucranianos.
Desde octubre, Moscú se ha centrado particularmente en usar misiles y drones para atacar las instalaciones de energía y otras obras clave de infraestructura, con la aparente esperanza de minar la voluntad de los ucranianos y obligar a Kiev a negociar bajo los términos de Rusia. El viernes, las fuerzas rusas lanzaron un nuevo aluvión de misiles contra varias ciudades, dijeron funcionarios ucranianos, lo que resultó en apagones significativos.
“Los ataques a la infraestructura de energía tienen como objetivo alimentar la tensión social e incrementar la presión hacia conversaciones”, expresa Zhdanov, quien agrega que no han tenido mucho impacto en la capacidad del ejército ucraniano, que ha dependido principalmente de generadores diésel. Recalca que los ataques rusos más bien han fortalecido la resolución de Ucrania al “causar ira y un deseo de venganza”.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, ha dicho que los cañoneos rusos han destruido la mitad de la infraestructura de su país, e instó a Estados Unidos y otros aliados occidentales a proporcionar rápidamente más armas de defensa aérea para resistir los ataques.
Funcionarios estadounidenses dijeron esta semana que Washington está a punto de aprobar el otorgamiento a Ucrania de una batería de sistemas de misiles de defensa aérea Patriot, un arma potente capaz de derribar misiles rusos.
El Kremlin argumenta que al proporcionarle a Ucrania tales armas, entrenar tropas y compartir inteligencia militar, la OTAN ya se ha convertido efectivamente en parte del conflicto. Advirtió a Washington que los sistemas Patriot y cualquier personal estadounidense desplegado para capacitar a las tropas ucranianas para utilizarlos serán un objetivo legítimo para Rusia.
En comentarios la semana pasada que reflejaron las crecientes preocupaciones sobre la escalada, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió que los combates podrían salirse de control y transformarse en “una guerra importante” entre la alianza y Rusia.
Putin ha tratado de mostrar los ataques rusos —que dejaron a millones de ucranianos sin energía, agua y calefacción, en medio de temperaturas heladas— como una respuesta legítima al camión bomba que dañó en octubre el puente que une la península de Crimea con la Rusia continental. El Kremlin culpó a Kiev por el ataque.
En un raro reconocimiento de que sus planes para lograr una victoria rápida han salido mal, Putin dijo la semana pasada que alcanzar los objetivos de Moscú en Ucrania podría ser un “proceso largo”, pero insistió en que los esfuerzos militares rusos avanzaban de una manera “estable”.
Los rusos de línea dura se burlaron de la declaración de Putin.
Igor Strelkov, un exoficial de seguridad ruso que dirigió fuerzas separatistas en el este de Ucrania cuando el conflicto comenzó allí en 2014, criticó mordazmente a Putin y a sus generales por lo que describió como un fracaso para establecer objetivos militares claros y movilizar todos los recursos disponibles.
“En la mayoría de las unidades, los soldados y los oficiales no entienden para qué están luchando”, lamentó, después de un breve viaje a la zona de guerra. “Eso conduce a la apatía y erosiona el espíritu de combate”.
Strelkov advirtió que un conflicto prolongado podría ser “suicida para la Federación Rusa, su gobierno y sus élites”.
El coronel retirado Viktor Alksnis, un intransigente conocido por tratar de evitar el colapso de la Unión Soviética en 1991, advirtió que el mismo destino podría ocurrirle a Rusia. Consideró que una eventual derrota militar rusa en Ucrania conduciría a la “capitulación vergonzosa y ruptura posterior” de Rusia. Argumentó que el uso de armas nucleares tácticas en el campo de batalla era “la única forma de prevenirlo”.
Dmitry Medvedev, subdirector del Consejo de Seguridad de Rusia, presidido por Putin, advirtió el mes pasado que la persistente ofensiva ucraniana podría desencadenar una respuesta nuclear, en línea con la doctrina de disuasión del país que concibe emplear tales armas cuando un ataque convencional amenaza al estado ruso.
Al respaldar las ambiciones de Ucrania de liberar más territorio, dijo Medvedev, “las potencias occidentales están empujando al mundo hacia una guerra global”.
Tatiana Stanovaya, experta en el centro de investigación Carnegie Endowment y quien monitorea las actitudes del Kremlin y las élites rusas, señaló una creciente sensación de desánimo y desesperación entre la clase gobernante rusa.
Los miembros de la élite han visto los últimos contratiempos militares rusos como una señal de que el país se dirige hacia una derrota militar, agregó.
“Todo es considerado como un descenso rápido hacia el caos e incluso al colapso del país”, afirmó Stanovaya en un análisis reciente.
Hizo notar la división cada vez más amplia entre quienes en la élite gobernante abogan por congelar el conflicto para permitir que Rusia se reponga de sus derrotas y quienes favorecen subir las apuestas.
“Putin parece una figura débil para ambos campos en la élite rusa”, añadió.
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Los periodistas de The Associated Press Danica Kirka en Londres y Yuras Karmanau en Tallín, Estonia, contribuyeron para este reportaje