El papa Francisco beatificó el domingo a uno de sus predecesores, Juan Pablo I, un pontífice que sirvió brevemente y se distinguió por su humildad y buen humor, y cuyo fallecimiento repentino en su habitación en 1978 conmocionó al mundo y alimentó sospechas durante años sobre la causa de su muerte.
Te puede interesar: “Nos mira todo el mundo”, destaca Boric tras arranque de plebiscito constitucional en Chile
La ceremonia en la Plaza de San Pedro era la última formalidad en el Vaticano antes de que una posible santificación de Albino Luciani, un italiano que murió 33 días después de ser elegido como pontífice.
PUBLICIDAD
Juan Pablo I “comunicó la bondad del Señor con una sonrisa”, dijo Francisco en su homilía. El papa instó a la gente a rezar al nuevo beato para “obtener para nosotros la sonrisa del alma”.
Francisco aprobó el año pasado la atribución de un milagro a la intercesión de Juan Pablo I, la recuperación en 2011 de una niña de 11 años que estaba enferma de gravedad en Buenos Aires.
Candela Giarda, ya una joven, dijo la semana pasada en una conferencia de prensa en el Vaticano a través de videoconferencia que le habría gustado asistir a la ceremonia, pero no podía porque se había fracturado un pie haciendo ejercicio en un gimnasio.
Francisco, sentado bajo palio ante la Basílica de San Pedro, dirigió una ceremonia marcada por el sonido de los truenos, el destello de los rayos y la lluvia que hizo que cardenales, obispos, el coro y miles de fieles en la plaza abrieran sus paraguas.
Cuando fue elegido pontífice el 26 de agosto de 1978, Luciani, de 65 años, era patriarca de Venecia, una de las posiciones más prestigiosas de la Iglesia. En ese puesto y en su cargo anterior como obispo en el nordeste de Italia, Luciani advirtió contra la corrupción, incluso en círculos bancarios.
PUBLICIDAD
En su breve pontificado, que concluyó con el hallazgo de su cuerpo en su dormitorio del Palacio Apostólico, Juan Pablo I estableció una forma sencilla y directa de comunicarse con los fieles en sus menajes, un cambio de estilo considerado como revolucionario dada la rigidez de la jerarquía eclesiástica.
Los que hicieron campaña para ponerle en el camino de la santidad recalcaron su profunda espiritualidad y sus incansable énfasis en virtudes cristianas clave como la fe, la esperanza y la caridad.
“Oremos, en sus propias palabras: ‘Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis fallos, pero conviérteme en lo que quieras que sea’”, dijo Francisco.
Juan Pablo “vivió sin concesiones”, dijo Francisco, que elogió a Luciani por “conquistar la tentación de poner el ‘yo’ en el centro o buscar la gloria”.
Aunque el Vaticano dijo que Juan Pablo murió de un ataque al corazón, dio versiones contradictorias sobre cómo se descubrió su cuerpo. Primero dijo que un sacerdote que servía como su secretario lo había encontrado, pero después reconoció que Juan Pablo había sido descubierto por una de las monjas que le llevaba su café habitual de la mañana.
La muerte se produjo en medio de un enorme escándalo financiero en Italia que implicaba a personas vinculadas con el banco del Vaticano, y en los medios seculares no tardaron en arraigar las sospechas sobre que quizá Luciani fue envenenado porque pretendía erradicar las malas prácticas.
Se han vendido millones de copias de libros que especulaban sobre las circunstancias en torno a su muerte, especialmente dado que no se hizo autopsia.