Los sectores que quieren restringir la educación sobre la orientación sexual y la identidad de género en las escuelas públicas de Estados Unidos dicen que su objetivo es involucrar a los padres en la educación de los niños y asegurarse de que se usa material apropiado para su edad.
Pero en los agitados debates que se suceden en las juntas escolares y las legislaturas estatales se escucha mucho el argumento de que lo que se busca es impedir que los niños sean “groomed” (preparados), un término usado a menudo para describir la forma en que los delincuentes sexuales inician sus contactos con sus víctimas.
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El uso de esos argumentos, dicen los opositores a estas leyes, refleja el esfuerzo de los conservadores para convertir la educación en un tema de campaña electoral, asociando ciertos materiales y maestros con la pornografía e incluso la pedofilia.
Esta tendencia es parte de las guerras culturales que hay en el país, en las que legisladores conservadores también se han opuesto a la “teoría crítica de la raza” y han propuesto leyes que exigen a las escuelas que publiquen en las redes sociales los materiales que usan en las clases para que los padres los puedan ver.
El gobernador de la Florida Ron DeSantis, un republicano de proyección nacional y potencial candidato a la presidencia en el 2024, está a la vanguardia de ese movimiento. El lunes estampó su firma en una ley que prohíbe la instrucción sobre orientación sexual e identidad de género desde el jardín de infantes hasta el tercer grado. Al hacerlo, despotricó contra “los políticos liberales” y los activistas que resistieron la ley, diciendo que “apoyan la sexualización de los chicos en el jardín de infantes”.
“Apoyan el que las escuelas faciliten la ‘transición’ de los alumnos hacia un ‘género diferente’, sin el conocimiento de los padres, sin el consentimiento de los padres”, manifestó.
DeSantis no llegó a usar la palabra “groom” (preparar), pero su secretaria de prensa Christina Pushaw dijo en Twitter que la legislación, descrita por sus opositores como la ley del “No Digas Gay”, es más bien una medida “contra el grooming”.
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El uso de esa expresión busca distorsionar el objetivo de los maestros “que expresan su aceptación de las personas LGBTQ o tal vez cuentan sus propias historias… para que todos los alumnos sepan que están representados en la escuela”, declaró Casey Pick, experto en activismo y asuntos del gobierno del Trevor Project, una organización sin fines de lucro que apoya servicios para los jóvenes LGBTQ.
Cuando la Associated Press le preguntó por qué usó esa expresión, Pushaw dijo en un email que “nunca dije que todos los groomers son LGBT, que todos los LGBT son groomers ni nada de esa naturaleza”. No dio más detalles.
En Tennessee, el cantante de música country John Rich declaró ante la legislatura que los bibliotecarios de las escuelas que defienden libros controversiales sobre la identidad de género y que incluyen personajes LGBTQ ‘preparan’ a los chicos para insensibilizarlos en relación con los abusos sexuales y la pornografía”.
“¿Qué diferencia hay entre un maestro, un bibliotecario que pone uno de estos libros en el escritorio de un alumno y un tipo en una camioneta blanca que a la salida de la escuela se acerca a los chicos y les dice ‘vengan niños, que les leo un libro’?”, preguntó Rich el mes pasado. “La diferencia es que (los chicos) pueden salir corriendo cuando se acerca la camioneta”, agregó.
Choice Remarks, un blog que apoya el derecho de las escuelas a decidir qué material usan, compartió en su página de Facebook un artículo que plantea que las escuelas están sexualizando a los menores.
“Los groomers los van a preparar”, advirtió la organización en comentarios que acompañaban el artículo. “La solución es que las escuelas decidan” qué material se puede usar.
Cuando el Departamento de Educación del Estado de Nueva York recomendó en un tuit la novela gráfica de Maia Kobabe “Gender Queer: A Memoir” (Género queer: Una biografía), le llovieron críticas en las redes en las que se lo acusaba de ofrecer material “pornográfico” a los niños y de “acecharlos” y “prepararlos”. El departamento retiró el tuit.
De Santis y otros políticos y padres conservadores que critican el uso de textos con material explícitamente sexual en las escuelas dicen que son los padres, no los maestros, los que deberían abordar estos temas con sus hijos.
El principal objetivo de la ley de la Florida, según el representante republicano Joe Hardin, patrocinador del proyecto, es “permitir que los padres se involucren en las vidas de sus hijos”. Al finalizar la ceremonia del lunes en la que DeSantis firmó la ley, apareció en el podio un cartel con la consigna “Proteja a los niños/Apoye a los padres”.
Catherine Oakley, directora de la Campaña por los Derechos Humanos (Human Rights Campaign), organización defensora de los derechos de la comunidad LGBTQ con sede en Washington, dice que los conservadores explotan el temor a materiales desconocidos, libros y debates que tienen lugar en las aulas para impulsar medidas que aumentan la “vigilancia” de los maestros, bibliotecarios y otros educadores.
Estos grupos “parten de la noción de que la orientación sexual y la identidad de género son algo que se impone a los chicos”, declaró Oakley. “Se basan en una postura errada acerca del origen de la identidad de una persona LGBTQ”.
Los esfuerzos por limitar la enseñanza en torno a la orientación sexual y la identidad de género traen a la memoria las campañas de la década de 1970 de organizaciones religiosas de extrema derecha que decían que las personas que se identificaban como LGBTQ trataban de “convertir a los chicos”, según Sophie Bjork-James, profesora de la Universidad de Vanderbilt que investiga a la derecha religiosa y el movimiento nacionalista blanco. Ese argumento ayudó a contener el avance de las campañas a favor de los derechos civiles de las minorías sexuales, afirmó Bjork-James.
Brittany McBride, directora adjunta del programa de educación sexual de Advocates for Youth, agrupación sin fines de lucro que promueve la salud sexual y los derechos de los adolescentes, opina que hay un esfuerzo coordinado para generar malestar en los distritos escolares de todo el país, que en última instancia limitará la educación que pueden recibir los niños.
“La incomodidad de los adultos siempre parece tener mayor prioridad que los derechos y las responsabilidades de una sociedad para ofrecer a los jóvenes la información que se merecen”, dijo McBride.