El estigma hacia personas con trastorno por uso de sustancias continúa siendo un freno para un tratamiento efectivo en salas de emergencia, advirtieron expertos en el Cuarto Simposio de Salud Mental y Uso de Sustancias.
Médicos y profesionales de farmacia coincidieron en que la resistencia de parte del personal clínico a administrar buprenorfina —un tratamiento probado para aliviar síntomas de abstinencia por opioides— responde tanto al desconocimiento como a prejuicios persistentes.
PUBLICIDAD
En el Cuarto Simposio de Salud Mental y Uso de Sustancias, los doctores Wilson Molina, Yalexia Toledo y Cristina Santiago coincidieron en que la resistencia de los médicos en administrar buprenorfina, un analgésico que reduce el dolor ocasionado por uso de opioides, presenta un impedimento en el tratamiento. Santiago lo atribuyó tanto a temor por el mal uso del medicamento como a un estigma hacia pacientes con este trastorno.
“No podemos presumir que todo el personal domina el tema”, subrayó Toledo, quien es directora de farmacia en el Sistema de Salud Menonita.
Entre las mejores prácticas, Molina, el director clínico del centro de salud primaria NeoMed, apuntó a la prueba de abstinencia a opiáceos (COWS, en inglés) como indicador que mide el momento adecuado para administrar buprenorfina. De obtener una puntuación de ocho o más, se puede inducir al paciente con el tratamiento.
“Uno quiere que el paciente esté más enfermo para que haga mejor trabajo. Sin criterios de COWS, causa un precipitado. El paciente se siente peor con medicamento porque no esperaste el tiempo indicado para dar buprenorfina”, dijo el médico.
Una abstinencia precipitada se refiere a la aparición de síntomas, como agitación, vómitos y dolor, luego de administrarse una dosis de buprenorfina, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas. Si un paciente entra en esa etapa, se puede aliviar con clonidina, conocida comercialmente como Catapres, u ondansetrón, referida como Zofran.
PUBLICIDAD
Adicional a esa evaluación inicial, Toledo mencionó que el paciente debe ser orientado sobre qué tratamiento recibirá, mientras que el médico debe conocer qué opioide se usó y si es de corta o larga duración en el cuerpo para saber cuándo empezar inducción, que impactará el resultado clínico.
Por otro lado, si el COWS arroja una puntuación baja, el médico tiene dos opciones: esperar a que el paciente se enferme más o recetarle una dosis mínima para que se induzca en su hogar. Asimismo, Molina enfatizó en que, cuando se da de alta un paciente con este trastorno, se procura que reciba una cita con consejería de adicción prontamente, a más tardar, cinco días después de su visita a la sala de emergencias.
En casos de sobredosis, además a que sea referido a una clínica especializada, señalaron el uso oportuno de naloxona, conocida como Narcan, y posteriormente entregarle un kit de ese medicamento que revierte el efecto de ese evento de toxicidad.
En el conversatorio, del simposio organizado por la Asociación de Salud Primaria de Puerto Rico, los participantes resaltaron la integración de la Orden Administrativa 577, que obliga a toda facilidad de emergencia a mantener un protocolo a personas con trastornos por consumo de opioides.
Aunque Molina recomendó incluir en esa orden la microinducción, un proceso en que se administran dosis escalonadas al paciente, el consejero profesional licenciado Christian Romero explicó que no se integró porque el paciente puede continuar el uso de opioides.
La doctora Luz Ramos Vargas, psicóloga clínica y decana de Ciencias y Tecnología de la Salud en la Universidad Central del Caribe, reconoció que el estigma, que definió como la acción de marcar a alguien como portador de una identidad socialmente desaprobada, provoca un tratamiento menos óptimo al paciente. Recomendó integrar en el tratamiento explorar los pros y contras de la adicción, empatizar con el paciente, escucharle y ofrecerle soluciones.
Joaquín A. Rosado Lebrón cubre salud para Metro Puerto Rico a través del programa Report for America.