Por supuesto estaba nerviosa. Considerando todo lo que sucedió, ¿cómo podría no haber estado nerviosa?
Cuando Simone Biles se dirigió a la pista de la arena en un suburbio de Chicago a finales de julio para su primera competencia de gimnasia en dos años, ella sabía que la gente se preguntaba cómo le iría.
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“No se preocupen, lo pensé yo también”, dijo Biles entre risas.
Al final de la rotación, la gimnasta más decorada en la historia sabía que estaba de vuelta en su lugar seguro. Para finales de agosto, otra vez era campeona nacional. Para octubre, otra vez era campeona mundial.
Y para diciembre, fue nombrada Deportista Mujer del Año por parte de The Associated Press.
Sí, otra vez.
Su retorno triunfal incluyó su octavo campeonato nacional de Estados Unidos, para establecer un nuevo récord y su sexto oro en el all-around en el campeonato mundial para que Biles se convirtiera en la sexta mujer en ganar este honor por tercera ocasión.
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A la gimnasta de 26 años, que ha ganado siete veces en los Juegos Olímpicos, la siguieron en la votación de profesionales de la prensa deportiva la estrella de baloncesto de Iowa Caitlin Park y la futbolista Aitana Bonmati, quien se llevó el Balón de Oro tras conquistar la Copa Mundial femenina con España.
Y pensar que no sabía lo que le esperaba esa noche de verano frente a una abarrotada arena y que la apoyó en cada momento.
Difícil culparla.
La última vez que Biles saludó a los jueces, había ganado una medalla de bronce en la barra de equilibrio en los Juegos Olímpicos de Tokio, el final de unas tumultuosas dos semanas en las que decidió darse de baja de varias finales y que llevó a la complicada conversación sobre los deportistas y su salud mental.
Aunque fue reconocida en general por su valor, no todos estuvieron de acuerdo, considerando las menciones en redes sociales.
Se tomó dos años sabáticos y entró en lo que consideró “una burbuja protectora”. Pasó más tiempo en terapia y busco regresar con sus propios términos.
Aún así tuvo dudas. Pero en esta ocasión no dejó que la ansiedad la consumiera y aceptó su presencia, respiró profundo y dio un espectáculo que sólo ella puede dar.
“Lo hice mejor de lo que pensaba”, admitió Biles.
Como siempre.
Biles ganó este honor de la AP en el 2016 y 2019, un momento de su vida que casi no reconoce.
Era una adolescente cuando tuvo su estelar actuación en los Olímpicos de Río. Aún vivía en casa con sus padres. Su vida aún se movía en los confines del gimnasio que construyó su familia en los suburbios de Houston.
Ya no es así. Insistió que ya no quiere que el deporte que ella ayudó a redefinir, la defina a ella.
Esta primavera se casó con el safety de los Packers de Green Bay Jonathan Owens y ahora reparte su tiempo acudiendo a los juegos de Green Bay cuando se lo permite su calendario, trabajando con sus socios comerciales y dando instrucciones mientras construye su casa con su esposo.
“Cuando tenía 19 años era el fin del mundo si tenía un mal día”, indicó. “Ahora digo, OK, sólo es gimnasia y volveré mañana, volvemos a empezar”.
Si no se lesiona o sucede algo impensable, el próximo verano le esperan otros Juegos Olímpicos, en París.